Sé lo tardío que puede resultar esta reseña, por lo general me cuesta cumplir con los plazos en todo orden de cosas. Sin embargo, debo aclarar que la tardanza se aplica sólo en términos de publicación, pues el desafío asumido en la lectura conjunta que propuso Carmen lo realicé a su tiempo. Con dudas de cómo abarcar la novela para realizar esta entrada, decanté por la manera realizada con otros libros: dejar un extracto y comentar alguna que otra impresión. Vamos a ver cómo queda.
“—Un momento, Jane —dijo—; imagínate sólo por un momento lo que va a ser de mí sin ti, qué vida tan horrible. Cuando te vayas, te llevarás contigo toda mi posibilidad de dicha. ¿Qué me queda? La loca de ahí arriba, que es como si me otorgaras por esposa a una momia del cementerio. ¿Qué será de mí, Jane? ¿Dónde voy a buscar un poco de compañía o un rayo de esperanza?
—Haga como yo, señor. Confíe en Dios y en usted mismo. Piense en el cielo, y alimente la esperanza de que allí nos volveremos a encontrar.
—O sea, que no estás dispuesta a ceder.
—No.
—…Y que me condenas a vivir cual alma en pena y a morir empecatado.
—Le aconsejo que huya del pecado, y le deseo que muera en paz consigo mismo.
—Pero ¿cómo, si me privas del amor y me arrancas la buena fe? ¿No comprendes que me estás destinando por toda salida a la promiscuidad y al vicio?
—Señor Rochester, ni le condeno a tal destino, ni lo deseo tampoco para mí. Tanto usted como yo hemos nacido para luchar y para resistir; hagámoslo. Me olvidará antes que yo a usted.
—Al decir eso, Jane, me dejas por embustero y me llenas de oprobio. Te juré que no cambiaría y tú me hechas en cara que no tardaré en cambiar. El error y perversidad de tus juicios se refleja en tu propia conducta. ¿Es que te parece más beneficioso empujar a la desesperación a un semejante que transgredir una convención simplemente humana, que a nadie perjudica? Tú no tienes amigos ni parientes a quien pueda ofender que te vengas a vivir conmigo”.
Jane Eyre, que desde una perspectiva muy personal no sólo es la más popular de las novelas escritas por Charlotte Brontë, sino que además constituye una de las mejores que tiene a su haber esta escritora inglesa (bueno… la mejor de las tres que he conseguido leer); y es que la vida de su protagonista, narrada en primera persona, desde sus primeras páginas abre una puerta a la curiosidad que comienza a saciarse de poco.
Jane, es una niña huérfana a la que su tío, hermano de su madre, decide cuidar, pero a la que el destino depara algo distinto al quedar a cargo de la viuda de éste tras su fallecimiento. Mrs. Reed, muestra un gran resentimiento hasta el punto de hacer grandes diferencias de trato entre sus hijos y Jane, también al atribuir maldad a todo lo que hace y dice su sobrina con cualidades ajenas a la niñez. Y puede que en esto último tenga razón, pues en la personalidad de Jane se atisba una mezcla de rebeldía y madurez representada en la franqueza de sus palabras; las que finalmente la alejan de Gateshead Hall.
El peregrinaje en la vida de Jane comienza con su llegada a Lowood, internado en que su tía decide alejarla de todo afecto posible. La vida allí es dura, con una disciplina que no admite recompensa para las niñas, más que la esperanza de algún día valerse por sí solas. En este lugar es donde Jane conoce a dos personas que marcan su andar significativamente. La primera es Helen Burns, una niña un tanto mayor que Jane y cuya resignación, incluso frente a la muerte, inquieta su espíritu; la segunda es miss Temple, profesora del internado en cuyo apoyo y amistad encuentra algo parecido a una madre.
La vida de Jane Eyre se ve enfrentada a cambios constantes y tras la partida de miss Temple, producto de haber contraído matrimonio, el espíritu de Jane, que parecía dormido por su influencia y el recuerdo de Helen, vuelve a despertar. Buscando nuevos horizontes tras anunciarse como institutriz llega a Thornfield, donde alcanza independencia e individualidad, la presencia inesperada del dueño de la mansión, Mr. Rochester, marca otra etapa en la vida de Jane.
Es en Thornfield, con Mr. Rochester, poseedor de un enigmático carácter y quien guarda celosamente una parte de su pasado, donde Jane se encuentra a gusto. Sin embargo, es el descubrimiento de ese pasado el que la aleja de manera firme e irremediable de Thornfield.
No teniendo por deseo arruinar el descubrimiento de aquellos que aún no han leído Jane Eyre, y temiendo haberme extendido demasiado ya, sólo agregaré que en la novela se muestran los cambios de escenarios como cambios en la vida de su protagonista: ¿es por lo tanto la misma Jane Eyre quién representa el crecimiento, la firmeza a las convicciones y lo aprendido en la vida? Yo creo que sí, pero no se debe obviar que esto se refleja de manera natural, sin ningún fingimiento, lo que torna más interesante su lectura y el halo de misterio que la cubre.