miércoles, 4 de mayo de 2016

Así comenzamos desde Thornfield



Sé lo tardío que puede resultar esta reseña, por lo general me cuesta cumplir con los plazos en todo orden de cosas. Sin embargo, debo aclarar que la tardanza se aplica sólo en términos de publicación, pues el desafío asumido en la lectura conjunta que propuso Carmen lo realicé a su tiempo. Con dudas de cómo abarcar la novela para realizar esta entrada, decanté por la manera realizada con otros libros: dejar un extracto y comentar alguna que otra impresión. Vamos a ver cómo queda.

Jane Eyre 

“—Un momento, Jane —dijo—; imagínate sólo por un momento lo que va a ser de mí sin ti, qué vida tan horrible. Cuando te vayas, te llevarás contigo toda mi posibilidad de dicha. ¿Qué me queda? La loca de ahí arriba, que es como si me otorgaras por esposa a una momia del cementerio. ¿Qué será de mí, Jane? ¿Dónde voy a buscar un poco de compañía o un rayo de esperanza? 

—Haga como yo, señor. Confíe en Dios y en usted mismo. Piense en el cielo, y alimente la esperanza de que allí nos volveremos a encontrar. 

—O sea, que no estás dispuesta a ceder. 

—No. 

—…Y que me condenas a vivir cual alma en pena y a morir empecatado. 

—Le aconsejo que huya del pecado, y le deseo que muera en paz consigo mismo. 

—Pero ¿cómo, si me privas del amor y me arrancas la buena fe? ¿No comprendes que me estás destinando por toda salida a la promiscuidad y al vicio? 

—Señor Rochester, ni le condeno a tal destino, ni lo deseo tampoco para mí. Tanto usted como yo hemos nacido para luchar y para resistir; hagámoslo. Me olvidará antes que yo a usted. 

—Al decir eso, Jane, me dejas por embustero y me llenas de oprobio. Te juré que no cambiaría y tú me hechas en cara que no tardaré en cambiar. El error y perversidad de tus juicios se refleja en tu propia conducta. ¿Es que te parece más beneficioso empujar a la desesperación a un semejante que transgredir una convención simplemente humana, que a nadie perjudica? Tú no tienes amigos ni parientes a quien pueda ofender que te vengas a vivir conmigo”.

Jane Eyre, que desde una perspectiva muy personal no sólo es la más popular de las novelas escritas por Charlotte Brontë, sino que además constituye una de las mejores que tiene a su haber esta escritora inglesa (bueno… la mejor de las tres que he conseguido leer); y es que la vida de su protagonista, narrada en primera persona, desde sus primeras páginas abre una puerta a la curiosidad que comienza a saciarse de poco. 

Jane, es una niña huérfana a la que su tío, hermano de su madre, decide cuidar, pero a la que el destino depara algo distinto al quedar a cargo de la viuda de éste tras su fallecimiento. Mrs. Reed, muestra un gran resentimiento hasta el punto de hacer grandes diferencias de trato entre sus hijos y Jane, también al atribuir maldad a todo lo que hace y dice su sobrina con cualidades ajenas a la niñez. Y puede que en esto último tenga razón, pues en la personalidad de Jane se atisba una mezcla de rebeldía y madurez representada en la franqueza de sus palabras; las que finalmente la alejan de Gateshead Hall. 

El peregrinaje en la vida de Jane comienza con su llegada a Lowood, internado en que su tía decide alejarla de todo afecto posible. La vida allí es dura, con una disciplina que no admite recompensa para las niñas, más que la esperanza de algún día valerse por sí solas. En este lugar es donde Jane conoce a dos personas que marcan su andar significativamente. La primera es Helen Burns, una niña un tanto mayor que Jane y cuya resignación, incluso frente a la muerte, inquieta su espíritu; la segunda es miss Temple, profesora del internado en cuyo apoyo y amistad encuentra algo parecido a una madre. 

La vida de Jane Eyre se ve enfrentada a cambios constantes y tras la partida de miss Temple, producto de haber contraído matrimonio, el espíritu de Jane, que parecía dormido por su influencia y el recuerdo de Helen, vuelve a despertar. Buscando nuevos horizontes tras anunciarse como institutriz llega a Thornfield, donde alcanza independencia e individualidad, la presencia inesperada del dueño de la mansión, Mr. Rochester, marca otra etapa en la vida de Jane. 

Es en Thornfield, con Mr. Rochester, poseedor de un enigmático carácter y quien guarda celosamente una parte de su pasado, donde Jane se encuentra a gusto. Sin embargo, es el descubrimiento de ese pasado el que la aleja de manera firme e irremediable de Thornfield. 

No teniendo por deseo arruinar el descubrimiento de aquellos que aún no han leído Jane Eyre, y temiendo haberme extendido demasiado ya, sólo agregaré que en la novela se muestran los cambios de escenarios como cambios en la vida de su protagonista: ¿es por lo tanto la misma Jane Eyre quién representa el crecimiento, la firmeza a las convicciones y lo aprendido en la vida? Yo creo que sí, pero no se debe obviar que esto se refleja de manera natural, sin ningún fingimiento, lo que torna más interesante su lectura y el halo de misterio que la cubre.        

viernes, 29 de abril de 2016

Diario de una Dama Austeniana

Hola, ¿cómo les ha ido? Confío en que bien. Hace bastante ansiaba continuar con la historia de Catalina, así que hice un tiempo y adecuando el relato a una forma aceptable dejo un día más en la vida de esta chica que de pronto fue transportada a vivir en otro tiempo.

Saludos y que tengan un buen "¿Qué es eso?" como diría Violet, de Downton Abbey; un buen fin de semana. 



                02 de agosto

La inestabilidad de ayer pasó. Junto con los recuerdos, la dejé atrás. Sentarme a esperar es una costumbre que nunca he tenido y no existe razón, tiempo o lugar que me excuse para iniciar ahora. Y si debo reconocer la incertidumbre de mis días, antes del desayuno decidí tomar yo las riendas y me aventuré a dar un paseo sin avisar a nadie.

En un principio, la lentitud con que suele avanzar el tiempo en este lugar me sosegó; tomando el camino por uno de los costados de la casa me conduje con paso lento por una arboleda, dejando que el rocío de la mañana me cubriera con su frescura al tiempo que me permitía disfrutar de la mezcla entregada cuando logra fundirse con el resto de la naturaleza: el olor de la tierra húmeda y la hierba, flores a punto de abrir y los tímidos movimientos con los cuales el mundo comenzaba, nuevamente, a conectarse. En definitiva un conjunto no desconocido, pero sí poco apreciado, por lo menos de mi parte. Disfrutando cada detalle, sin conciencia de las distancias, conseguí alejarme a tal punto que perdí de vista la casa de mi supuesta tía. Más tarde, sin tener idea en cómo regresar, descubrí la capacidad que posee el mundo para volver más y más grande la desesperación de cualquier humano que se piensa perdido. En la ciudad, el problema se hubiera resuelto preguntando, incluso, a una persona con escasa tendencia a la comunicación que, después de varios segundos, buscando en su memoria y quitando la desconfianza que prima en estos días, mostrara la amabilidad de señalar algún camino por el cual conducirme. Por fortuna, casi al instante en que me daba por vencida, apareció un hombre lo bastante confiable a quien preguntar por el camino de regreso. Parecía sorprendido de encontrarme allí, no sé si fue mi desesperada solicitud por ayuda que nubló su rostro un instante o el desconcierto de encontrar a una mujer sola a esa hora del día, como lo hizo notar al llegar a casa de las Allen.


Omitir la tensión que se produjo con nuestra llegada no fue difícil tras conocer el suceso particular e inexplicable de que el señor Scott es hermano de Mrs. Norris. Más allá de la sorpresa inicial que lleven distintos apellidos (asunto que zanjé con la cultura, al recordar la renuncia que hacen las mujeres al casarse), resulta extraño ver a dos personas tan disímiles tratarse con afecto.

No cabe duda que la imposición de la señora Allen alcanza también a su hermano. El pobre hombre, después de una mañana de incesables reclamos por no avisar de inmediato su regreso de Londres, se alejó todo lo presuroso que le fue permitido. 
Me gustaría considerar la opinión de la comunidad de Meryton para describir con su habitual vehemencia a Matthew Scott. Después de todo, para ellos, no debe existir una explicación coherente para que un hombre con fortuna se encuentre soltero.  

lunes, 1 de febrero de 2016

Para iniciar: Lectura conjunta


Para el resto del verano había planeado aprovechar bien el tiempo leyendo a Charlotte Brontë; con ese fin conseguí reunir tres libros: “Jane Eyre”, “Villette” y “El profesor”. Lo cierto es que “Jane Eyre”, lo leí en formato digital y no sé ustedes, pero me es más fascinante tenerlos en papel, así que, alrededor de un año atrás, lo compré; sin embargo, no hice el espacio que se merecía para una relectura y ahora… Ahora tengo la oportunidad de hacerlo al encontrar en el blog de Carmen una interesante propuesta que pueden encontrar aquí.

La lectura conjunta: “De Thornfield a Manderley”, es todo un desafío que he tomado con agrado, pues no solo me permitirá cumplir con el propósito inicial. A esta altura, les advierto, no es posible unirse a la lectura de manera formal, pues se cerraba el 31 de enero.

Lo anterior no quiere decir que desista en el plan, leeré los libros mencionados. No podría despedirme sin indicar que la actividad preparada por Carmen, es el aliciente justo para comenzar. Ciertamente algunas coincidencias resultan favorables en la vida, ¿no lo creen?    

Nos leemos pronto, cariños.