Cuando escuchó el sonido del
piano y se decidió a encontrar el lugar desde dónde provenía aquella melodía
envolvente, jamás imaginó encontrar al señor Darcy junto a otra mujer.
La
exquisita interpretación y su curiosidad la habían conducido por los rincones
de aquella casa solariega hasta llegar a aquel salón que, con la puerta un
tanto abierta, se presentó ante ella. Los cabellos dorados y la expresión de felicidad
de aquella muchacha se repitieron una infinidad de veces antes de que Elizabeth
pudiera tomar dominio de sí.
«¿En qué estaba pensando?» se dijo indignada. Tras su
primer pensamiento se dispuso a buscar una salida. Sin alcanzar la más mínima
sintonía entre su mente y su cuerpo se sintió como un prisionero que estaba a punto
de ser juzgado cuando fue descubierta por sus torpes movimientos. La puerta que
le había servido de escondite le sirvió de escudo permitiéndole algo de ventaja
cuando desesperada quiso huir.
—¡Señorita Elizabeth, señorita Elizabeth! —
vociferaba Darcy que sin tener tiempo para salir de su asombro se vio en la obligación de
correr tras la figura que por unos instantes pensó que era un espejismo. No
podía creer que Elizabeth se encontrara allí, en su casa; tal y como él había
soñado que un día estaría y, con la misma imprevisibilidad que había imaginado.
Ella se presentaba nuevamente como un torbellino en su vida.
La determinación de
salir de aquella casa, en Elizabeth, duró muy poco, las dudas que se
acrecentaron y el dolor que sentía por haberse expuesto ante Darcy de una
manera poco apropiada, luego de su último encuentro en Rosings, la hicieron
detenerse frente a una terraza que se había empeñado en detener su huida; lo
que Elizabeth no supo o no quiso distinguir en ese momento fue que de haber
sido necesario él la hubiera perseguido por todo el condado
—Pensé que estaba
en Londres —dijo ella, con algo de rubor en sus mejillas.
—No, no lo estoy.
—No.
—No.
Y así, una larga e
infinita sucesión de no se hubieran hecho presentes si ella, como siempre, no
hubiera tomado conciencia de lo absurdo de aquella escena.
—No habríamos
venido…—trató de explicar, pero para su sorpresa las palabras no salían con
facilidad.
Tras su fallido
intento, la absurda situación no pudo ser contenida por ninguno de los dos:
—Regresé un día
antes.
—Vine con mis tíos.
—Y ¿está
disfrutando de su viaje?
—Mucho, es
placentero.
—Mañana iremos a
Matlock.
— ¿Mañana?
— ¿Se hospedan en
Lambton?
—Sí, en el Rose
& Crown.
—Sí.
—Perdón por
entrometerme. Me dijeron que se podía visitar la casa. No tenía idea…— se
interrumpió al percatarse que su ingenio ya no funcionaba para nada.
— ¿Puedo
acompañarla hasta el pueblo?
—No. Me encanta
caminar.
—Sí, sí lo sé.
—Adiós, señor
Darcy.
En su camino de regreso
los reproches no hicieron distinción alguna entre ella o Darcy. No pudo evitar
preguntarse ¿cómo había sido tan tonta como para dejarse convencer de visitar
Pemberley? En ese instante no pudo negar que había asistido para satisfacer su
curiosidad; deseaba ver todo aquello que enorgullecía a Mr. Darcy, pero jamás
imaginó que el mismo hombre que declaró amarla con desesperación, el mismo que le
pidió que apagase su agonía hacía algunos meses, fuera el que ella vio
sosteniendo, en sus brazos, a otra
mujer.
«¡No seas tonta Elizabeth! —se dijo a sí misma— ¿Acaso no fuiste tú quien
le dijo que desde el mismo instante en que le conociste supiste que era el
último hombre con quien pensarías en casarte? Cumple tu palabra niña y olvídate
de él, no sacarás nada pensando en lo que no tiene solución. Él ha elegido y,
aunque te cueste aceptarlo debes respetar su felicidad»
Su egoísmo al
pensar que ella podría haber formado parte de esa felicidad la llenó de enojo
consigo misma. Ni el pronóstico más alentador podría haberle revelado que, una
vez rechazada su propuesta de matrimonio, la carta, y las posteriores conductas
de Wickham echarían por tierra una parte del mal concepto que tenía de Darcy;
sin contar que con ese encuentro había derribado otro tanto. La preocupación
por ella y su amabilidad se habían sumado a favor de Darcy.
Sin darse cuenta
llegó hasta la posada donde se encontró con los Gardiner, sus tíos. Desde hacía
un buen tiempo que la esperaban en una de las mesas para que probara algún bocado.
Con la excusa de recuperarse de la extensa caminata subió hasta su habitación
para poner en orden sus pensamientos; y, así por el camino de la lógica y de las
buenas costumbres dar por terminado todo trato con el señor Darcy, ya no debía
seguir pensando en él; por lo menos no en la forma en que desde hacía un tiempo
venía haciéndolo. Pero ¿podría olvidar los sentimientos que nacieron justo
luego de presenciar la escena de aquella tarde? Sin saber qué pensar al
respecto decidió que lo mejor, en ese instante, sería dejar todo en manos del
tiempo. Quizás volverían a encontrarse en Meryton si, Charles Bingley, decidía
volver en algún momento a Netherfield Park. Dio por seguro, que si lo que
pensaba sucedía, tendría una respuesta para aquel entonces.
Luego de su último
momento de reflexión, decidió que su buen ánimo no debía disminuir por nada del
mundo; después de todo no siempre se podía contar con una invitación como la
que le hicieron sus tíos, además, ellos no merecían que por pago a su amabilidad
ella les diese preocupaciones y tristezas en las que nada tenían que ver. Bajó
las escaleras con la decisión de dejar a un lado la situación vivida durante la
tarde y dispuesta a disfrutar de su última noche en Lambton. Aunque determinó
que sus últimas horas allí debían ser perfectas, no contó jamás con que cuando
estuviera llegando al último tramo de la escalera y, levantara la vista para
encontrar al matrimonio Gardiner, su corazón se aceleraría al ver al mismísimo
Darcy junto a ellos. El primer impulso que sintió de correr a su habitación se
vio frenado al encontrar un lugar donde poder ocultarse. Entonces, esperar a
que el caballero se marchara, se convirtió en su mejor opción para unirse al
grupo y saciar la curiosidad que se había despertado en ella.
—Lizzie, nos
encontramos con el señor Darcy. ¿No nos contaste que lo habías visto? Nos
invitó a cenar mañana. Fue muy educado, ¿no?
Tratando de
disimular lo mejor que pudo frente al comentario de su tía, se dispuso a
escuchar el motivo que había llevado a Mr. Darcy a dirigirse a tan indeseables personas, como les
llamara una vez a sus parientes, según pudo recordar Elizabeth.
—Muy educado
—repitió su tío.
—No es como lo
habías descrito —volviendo a utilizar el tono de malicia con el que se había
propuesto hablarle la señora Gardiner.
— ¿A cenar con él? —dijo
Elizabeth perdiéndose en aquella pregunta.
¿Acaso deseaba
pavonear su felicidad conyugal en frente de ella?
—Tiene una
conversación muy agradable.
— ¿No te importa
retrasar el viaje otro día?
—Quiere,
especialmente, que conozcas a su hermana.
— ¿A su hermana?
En ese instante las
palabras de su tío tuvieron un efecto de alivio sobre el ánimo de Elizabeth. ¿Cómo
había sido tan tonta? ¿Por qué no había pensado en esa posibilidad antes?, sin
duda podría haber evitado gran parte de su angustia, porque al fin de cuentas
lo que más le molestó aquella tarde fue el ver a Mr. Darcy con otra mujer.
Seguramente la noticia
de una unión con un soltero tan codiciado como Mr. Darcy, se las arreglaría
para llegar hasta el último rincón de Inglaterra; o, tal vez, su madre en
conjunto con su tía Phillips se encargarían de pregonar la noticia por todo el
reino.
FIN
11 comentarios:
muy buena adaptación te deseo una genial semana
Me encanta esa parte! Donde comienza a ver otra faceta de Mr Darcy.
Besos
Citu y Lou, gracias por sus comentarios, también espero que esta semana sea muy buena para ustedes.
Ay, Lou es una maravilla verlo sonreir.
Un beso.
Hola Jennieh.
El hecho de que Lizzie sienta celos al ver a Darcy en compañía de otra mujer dice mucho. No le es indiferente ni le cae tan mal como piensa.
Ya está empezando a estar coladita por sus huesos, je, je.
Muy buen fragmento.
Un fuerte abrazo.
Me encantó! Realmente seria un placer leer más. Espero el próximo con ansias.
Saludos!
Me encanta esa escena, donde los sentimientos florecen y todo cambia!
Besos!
Princesa, gracias. Por ahí estoy corrigiendo algunos.
Un beso.
Raquel, sí es muy linda.
Un beso.
Lilian, por lo mismo que dices quise desarrollar más a fondo ésta escena de la película, porque vaya en el libro las futuras cuñadas se conocen de manera distnta.
Un beso.
Hola Jennieh.
Tienes un premio en mi blog "Mía Stella".
Pásate a buscarlo cuando puedas.
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Un fuerte abrazo, Jennieh.
Hola :)
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